La tormenta pasó, pero sus efectos no: La historia del Dr. Allen
Una situación de desastre puede ser perjudicial para la salud física de un niño y aún peor para su salud mental. Luego de un desastre, los pediatras deben aprender la forma de aplicar primeros auxilios sicológicos para ayudar a los niños a sobrellevar la situación de desastre.
Cuando Alabama sufrió el impacto de más de 250 tornados en abril del 2011, el Dr. Grant Allen sintió una inmensa tristeza por la pérdida de vidas, hogares, agua limpia y comida que abrumó a tantas familias, mientras trabajaba para proveer atención médica que abordase tanto los efectos físicos como emocionales en muchos niños.
Tanto el director de Salud Pública local como el coordinador de Respuesta a Desastres estatal eran pediatras. Habían preparado protocolos de respuesta a desastres y kits de emergencia para cubrir las necesidades de los niños.
El personal de respuesta a emergencias entró en acción inmediatamente. La planificación del estado para emergencias garantizó que los médicos contaran con consultorios provisorios y suministros en un plazo de un día, lo cual les permitió empezar a ver pacientes. Uno de los primeros desafíos fue ayudar a los pacientes con necesidades especiales a reemplazar los equipos perdidos en la tormenta, como las sillas de ruedas, los andadores y otros dispositivos de ayuda. El Dr. Allen, junto con otros médicos, se ocupó de ayudar a los pacientes a obtener medicamentos que también se habían perdido en la tormenta. Las farmacias que pudieron abrir para atender al público reemplazaron los medicamentos en forma gratuita.
El tratamiento de las lesiones pediátricas se convirtió en un asunto importante. La mayor causa de estas lesiones no fue el tornado en sí mismo. Al contrario, surgieron durante las tareas de recuperación en niños provenientes de áreas que no fueron afectadas, quienes no estaban usando ropa protectora adecuada para ayudar con la limpieza y remoción de escombros.
Sin embargo, el mayor desafío que enfrentaron los pediatras fue tener que brindar apoyo a las familias de niños que presentaban signos de estrés extremos. Mientras estaban refugiados en la escuela durante el tornado, muchos niños sintieron pánico al pensar en que se encontraban atrapados y temían por el bienestar de sus padres. Este estrés continuó mucho después de que los cielos se hubieran aclarado. “Muchas comunidades perdieron escuelas, iglesias y hogares, y la mayoría de los niños sufrieron la pérdida de un amigo o un familiar durante la tormenta”, cuenta Allen. El solo hecho de asistir a la escuela en edificios provisorios era un recordatorio constante del poder de las tormentas y algunas escuelas todavía están en construcción tres años después.
El Dr. Allen recomienda que las familias permanezcan juntas durante las situaciones de priorización para ayudar a reducir el estrés que los niños podrían sufrir al estar separados. Asimismo, “los padres y los niños deberían mantener un registro no clínico, con una lista actualizada de los medicamentos y sus dosis, especialmente en el caso de los niños con necesidades médicas especiales”, expresa Allen.
Lecciones aprendidas
Si bien los médicos y otros miembros del sistema de respuesta a emergencias se pusieron en acción inmediatamente para atender las necesidades físicas, la atención de las necesidades emocionales continuó mucho después del paso de la tormenta. Los pediatras pueden ayudar a las familias a sobrellevar el trauma emocional provocado por una situación de desastre, al ayudarlas a prepararse con anticipación. Saber cómo reencontrarse con los seres queridos puede disminuir algo de la incertidumbre y el estrés que se sienten durante una emergencia. Los pediatras también deberían adquirir conocimientos de primeros auxilios sicológicos y estar listos para tratar a pacientes que sufran estrés relacionado con un trauma después de que el evento haya ocurrido.
Esta historia fue provista por gentileza de la Academia Estadounidense de Pediatría y del Dr. Grant Allen, MD, FAAP. El Dr. Allen es un pediatra de la Clínica de Bebés y Niños en Florence, en Alabama. Su consultorio ofrece servicios a 8 condados en zonas rurales del noroeste de Alabama, noreste de Misisipi y sur de Tennessee. Sus intereses incluyen abogar por los niños, promover la salud oral, y es el director médico del programa de lectura Reach Out and Read de su consultorio.
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