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Testimonio de sobreviviente de Janna

Foto de Janna H.

“Yo tenía miedo y estaba enojada cuando recibí el diagnóstico, pero decidí enfrentarlo de lleno.”

—Janna H., Sobreviviente de cáncer de cuello uterino
Edad al momento del diagnóstico: 32

Soy madre de tres niños y madrastra de dos. Soy comandante de la Guardia Nacional del Ejército y gerente de auditorías de la Universidad de Tennessee, Chattanooga. He estado en el ejército por casi 14 años. Soy sobreviviente de cáncer de cuello uterino. Creo que mis dos carreras me ayudaron a ver las cosas en forma objetiva, investigar mi cáncer y analizar mis opciones.

Siempre me he hecho las pruebas de Papanicoláu con regularidad. En retrospectiva, había tenido algunos síntomas pero nada que fuera tan preocupante que me hiciera adelantar la fecha de mi chequeo de rutina. Estuve casada por 10 años antes de divorciarme. Mi exmarido tuvo varias amantes durante nuestro matrimonio; así, estuve expuesta al VPH. [Nota del editor: el virus del papiloma humano (VPH) es la causa principal del cáncer de cuello uterino. Es un virus común que se transmite de persona a persona durante las relaciones sexuales. En los Estados Unidos, están infectadas casi 80 millones de personas (casi una de cada cuatro). La mayor parte de la gente tendrá el VPH en algún momento de su vida, pero muy pocas mujeres tendrán cáncer de cuello uterino.]

Siempre fui cuidadosa con mi salud. Como bastante bien y hago ejercicio moderadamente. Nunca fumé ni consumí drogas, y nunca me comporté en forma riesgosa en mi vida sexual. Me consideraba una persona de bajo riesgo.

En junio del 2014 fui a mi ginecóloga para el chequeo anual. Aproximadamente una o dos semanas después, me llamó la enfermera quien me informó que los resultados de la prueba de Papanicoláu eran anormales y que necesitaba volver para una cita de seguimiento. Como ya había obtenido resultados anormales en otras pruebas de Papanicoláu en el pasado, no me preocupé demasiado. Además, la cita de seguimiento era para mediados de agosto, y como faltaban varias semanas, no pensé que podía ser muy grave.

En la segunda cita me hicieron una biopsia. La doctora me dijo que no me preocupara, pero yo quería saber qué era lo peor que podría pasar. Me dijo que en el peor de los casos me tendrían que hacer una histerectomía. Me informaron que tendría los resultados en aproximadamente una semana o un poco más tarde, pero que me llamarían para dármelos. Tan solo cuatro días después, recibí una llamada de la doctora y me informó que había recibido los resultados, y que no eran buenos. Ella ya me había programado una cita con un oncólogo ginecólogo para el miércoles a la mañana, y me dijo que tenía que ir. Casi ni pude llegar a mi escritorio. ¡Un oncólogo! Empecé a imaginarme las peores situaciones.

Durante la cita con el oncólogo ginecólogo, me programaron una cirugía de conización para el día siguiente. En menos de siete días había pasado de ser una mujer saludable de 32 años que iba a la ginecóloga para una visita de seguimiento a ser una persona con cáncer que se estaba sometiendo a una cirugía.

Después de la cirugía, el oncólogo habló con mi familia y les dijo que si bien pensaba que había extirpado todo, el cáncer era más grande de lo que se imaginaba y que no tendría la certeza hasta que le entregaran los resultados. Nueve días después recibí la noticia de que tenía una forma muy agresiva de cáncer de cuello uterino en estadio 1B. Me pidió que lo viera para hablar sobre mis opciones. Programamos una cirugía para hacer una histerectomía radical. Tuve que esperar seis semanas entre la conización y la histerectomía, fueron las seis semanas más largas de mi vida. Pero el 30 de septiembre me hicieron la histerectomía radical.

Aunque no creo que en realidad quería tener más hijos, no me gustó que me quitaran esa opción. Y me la quitaron con demasiada rapidez. Me llevó tiempo acostumbrarme a la idea de que nunca más iba a poder tener un bebé en mis brazos (que hubiese crecido en mi vientre). Tenía guardadas en mi garaje cajas y cajas de ropa de bebé por si en algún momento cambiaba de opinión. Después del diagnóstico, revisé lo que había guardado en las cajas y lo regalé todo. Eso fue difícil.

La cirugía y la recuperación fueron unas de las cosas más dolorosas que haya tenido que pasar, pero más allá de las cicatrices en el estómago, todo ha vuelto casi a la normalidad. No necesité radiación ni quimioterapia porque con la cirugía lo eliminaron todo. De todas maneras, vivo con el miedo persistente de que el cáncer vaya a regresar.

Mi consejo a las mujeres es que tomen seriamente las citas al ginecólogo. El chequeo anual me salvó la vida. Cuidamos a nuestras familias asegurándonos de que se hagan sus chequeos médicos, entonces ¿por qué no cuidarnos a nosotras mismas? Muchas veces sentimos que tomamos mucho tiempo del trabajo para cuidar a nuestros hijos, entonces, ¿cómo podemos tomar aún más tiempo para la cita poco placentera con el ginecólogo? Sé que yo he pensado muchas veces en cambiar la fecha de la cita al ginecólogo. La mayoría de los cánceres de cuello uterino crecen lentamente, pero no es el caso para todos los tipos. Y después de que el cáncer pasa del cuello uterino a otros órganos, las tasas de supervivencia bajan abruptamente.

Hagan lo que sea lo más seguro e inteligente para ustedes, aunque no sea lo que realmente quieran hacer. Cuando tomé la decisión de hacerme la histerectomía radical no fue solo por mí. Fue por mis hijos, para seguir viva y verlos graduarse, casarse y tener sus propios hijos. No corran el riesgo de dejar que el cáncer se disemine porque tengan miedo a los posibles tratamientos. Yo tenía miedo y estaba enojada cuando recibí el diagnóstico, pero decidí enfrentarlo de lleno.

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